Psalms 73

Contra los destructores del Santuario

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1. Sobre el título véase el Salmo 31, 1 y nota. Las opiniones sobre el origen de este Salmo varían, como en muchos otros, porque no se conocen circunstancias históricas que coincidan con él. Los que lo suponen compuesto inmediatamente después de la destrucción de Jerusalén por los babilonios (587 a. C.) tropiezan con los versículos 8 y 9 sobre las sinagogas y sobre la falta de profetas, pues en aquel tiempo clamaba Jeremías en Jerusalén y Ezequiel en Babilonia (cf. Jeremías 30, 3 y nota); y los que proponen aplicarlo a la persecución de Antíoco Epífanes en tiempo de los Macabeos, no explican la amplitud de la devastación (versículos 3-7). Teodoreto, “cuyas observaciones sobre Nabucodonosor y Antíoco no parecen desprovistas de fundamento” (Calès), veía la solución en considerar que el Salmo encierra, como tantos otros, una visión profética y alude a la destrucción de Jerusalén por Tito (año 70 d. C.) en que el abandono de Israel pareció ser “para siempre” (versículo 1; 76, 8). Cf. Daniel 9, 27; Romanos 11, 11 y 25 s. La primera parte tiene una emocionante descripción de la ruina del Templo; en la segunda, empero, trae motivos de esperanza en la salvación del pueblo predilecto (cf. Salmo 79, 5 y 18). En Isaías 64, 9-12 hay un lamento semejante al de este versículo y Dios le responde en el capítulo 65.
Maskil de Asaf.
¿Por qué, oh Dios, nos desechas para siempre?
¿Por qué arde tu ira
contra el rebaño de tu dehesa?
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2. Tu grey: El pueblo de Israel (cf. Salmos 78, 13; 99, 3; 94, 7; Jeremías 23, 1, etc.). Hiciste tuya... tu herencia: Cf. Salmos 77, 54; 79, 16; Éxodo 15, 16; Deuteronomio 33, 6; Isaías 63, 9 y 17; Jeremías 10, 16; 51, 19. El monte Sion: Cf. Salmos 67, 17; 131, 13, etc.
Acuérdate de tu grey
que hiciste tuya desde antiguo,
de la estirpe que rescataste
para hacerla tu herencia;
del monte Sión
que elegiste para morada tuya.
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3. Dirige tus pasos: Algunos vierten: el escabel de tus pies y dicen que “este es aquí el templo, como en Salmos 98, 5; 131, 7; Isaías 60, 13; Ezequiel 43, 7; o bien toda Jerusalén, como en Lamentaciones 2, 1” (Vaccari). Cf. Mateo 23, 39 y nota.
Dirige tus pasos
hacia esas perpetuas ruinas:
todo lo ha devastado
el enemigo en el Santuario.
4
4 ss. Sobre esta dolorosa elegía véase Salmos 78 y 79; 88; 131, etc.
Los que te odian
rugieron en el recinto de tus asambleas;
pusieron sus enseñas por trofeo.
5Talaron allí como quien alza la segur
en lo espeso de la selva;
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6. Sus puertas: Así el nuevo Salterio Romano. Prado traduce: “sus entalladuras.”
y ya con hacha y martillo
hacen pedazos sus puertas.
7Entregaron al fuego tu Santuario,
profanaron, arrasándolo,
el tabernáculo de tu Nombre.
8Decían en su corazón:
“Destruyámoslos por completo;
pegad fuego a todas las sinagogas
de Dios en el país.”
9
9. Nuestras señales: Dos prodigios que Dios hacía en todo tiempo a favor de su pueblo (cf. 64, 9 y nota). Así lo pide también la gran oración del Eclesiástico (Eclesiástico 36, 6). Sobre estos prodigios cf. Salmo 77, 4 ss. Algunos, en vez de señales, vierten “enseñas”: cf. Oseas 3, 4. “Ya no hay profeta”: Véase el citado texto de Oseas; Amós, 8, 11 ss.; etc.
Ya no vemos nuestras señales,
ya no hay profeta,
ni queda entre nosotros
quien sepa hasta cuándo.
10¿Hasta cuándo, oh Dios,
nos afrentará el enemigo?
¿Ha de blasfemar siempre
tu Nombre el adversario?
11¿Por qué retiras tu mano
y retienes en tu seno tu diestra?
12
12 ss. Nuestro Rey: Así los LXX. La esperanza que anima al salmista estriba en la grandeza del Dios de Israel, que obró siempre maravillas a favor de su pueblo (versículo 9 y nota) y en las promesas que le tenía hechas desde antiguo. Cf. versículo 20; Lucas 1, 70.
Porque Tú, Yahvé, eres nuestro Rey,
el que de antiguo ha obrado la salvación
en medio de la tierra.
13
13 s. Alusión al paso del Mar Rojo y al castigo de Egipto (Éxodo 14, 21). Cf. Isaías 27, 1; 51, 9; Ezequiel 29, 3; 32, 2.
Tú dividiste el mar con tu poder
y quebrantaste la cabeza
de los dragones en las aguas;
14Tú aplastaste las cabezas de Leviatán,
y lo diste por comida
a las fieras que pueblan el desierto.
15
15. Hiciste brotar: Recuerda las aguas milagrosas del desierto (Éxodo 17, 6; Números 20, 8; Salmo 77, 15). Secaste ríos perennes, por ejemplo, el Jordán (Josué 3, 14 ss.).
Tú hiciste brotar fuentes y torrentes,
y secaste ríos perennes.
16Tuyo es el día y tuya la noche;
Tú pusiste los astros y el sol.
17Tú trazaste todos los confines de la tierra;
el verano y el invierno Tú los hiciste.
18Recuérdalo Yahvé: el enemigo blasfema;
un pueblo impío ultraja tu Nombre.
19
19. Tu tórtola: Israel (Cantar de los Cantares 2, 14). Cf. Salmo 78, 2. Tus pobres: Cf. Salmos 9, 19; 67, 11.
No entregues al buitre la vida de tu tórtola;
no quieras olvidar
perpetuamente a tus pobres.
20
20. Tu alianza: La antigua existente (Génesis 17, 7 s.; Levítico 26, 44 s.) y la nueva prometida (Jeremías 33, 21). Cf. Salmos 104, 8 y nota; 105, 45 ss.
Vuelve los ojos a tu alianza,
pues todos los rincones del país
son guaridas de violencia;
21
21 ss. Todo el Salmo es, como se ve, una invocación que no ha perdido actualidad y que nos sirve también a nosotros para recurrir al Señor en tiempos de impiedad como los que vivimos (véase el lamento de Elías en III Reyes 19, 10 ss.). Los dos Salmos que siguen describen el triunfo de Dios y son como la respuesta a esta apremiante oración del salmista por Israel. Cf. Salmos 78, 79 y 82.
no sea que el oprimido,
en su confusión, se vuelva atrás;
puedan el pobre y el desvalido
alabar tu Nombre.
22Levántate, Dios, defiende tu causa;
recuerda cómo el insensato
te insulta continuamente.
23No te olvides
del vocerío de tus adversarios,
porque crece el tumulto
de los que se levantan contra Ti.
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